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Volumen II. La Angustia.

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    Conferencias y textos
  • 15 abr 2019
  • 12 Min. de lectura

Construcción en el caso del pequeño Juan y sus consecuencias generales en la teoría psicoanalítica.

Charla impartida por Hugo Monteverde en el ámbito del Seminario “La Angustia”, dictado en La Asociación psicoanalítica de Galicia , el 18 de enero de 2014; en la ciudad de Vigo.

El niño ocupa un lugar frágil en la estructura en tanto que como sujeto no está constituido, aunque lo es de pleno derecho al tener lugar en la verdad.

Es decir el niño no esta constituido como sujeto de saber pero si como "sujeto" de verdad.

El propio Lacan nos subraya que la sexualidad infantil no es todo el inconsciente, éste progresa sin cesar y realmente su constitución global sólo es encontrable en el universo del adulto.

Cuando la cadena significante que constituye al sujeto a finalizado su proceso de inscripción, irrumpe el Sujeto en tanto Saber.

Es decir que irrumpe un Sujeto adulto que pretende enmascarar la verdad.

Sin embargo sin este, un Sujeto del Saber, o lo que es lo mismo un Sujeto del inconsciente, la verdad nunca arriba a verdadera.

Por lo tanto las construcciones en psicoanálisis, que no es otra cosa que completar lo que falta en un decir, por estar inconsciente o no inscrito como es en el caso de la infancia, es un proceso de reconstrucción. Es decir, un operar como el arqueólogo completando lo que nos falta en la estructuración del Sujeto del Inconsciente adulto.

Esto es esencial en una clínica del niño donde los datos abundan como verdad pero no como saber.

Discriminar entre saber y verdad en la clínica de la infancia es entender qué es exactamente que un niño sea el síntoma de los padres.

Ser el síntoma de los padres no lo es de manera alguna el territorio simbólico en el que pueda operar pues este es incompleto en los términos de un Sujeto; decir que un niño es el síntoma de sus padres es pensarlo en lo real.

El niño es lo real del síntoma de sus padres, en tanto es el resto desprendido del objeto de deseo que ha precedido al ser engendrado.

Y es esto precisamente lo que haremos tomando como ejemplo el caso de Hans.

Trataremos de ubicarlo como lo real del síntoma de sus padres.

Por otro lado creemos que para bordear el concepto de la infancia humana se debe, antes que nada, dirigirse directamente al estatuto de la mujer en el psiquismo.

En tanto todo ser humano ha sido hijo de una mujer, ésta posee la articulación central de todo lo que se desarrolla en la naturaleza del hombre.

Así, el niño, el hijo, no sólo se articula a lo real del síntoma de sus padres sino a su propia madre en base a la femineidad de ésta en los términos de la ecuación pene-igual-niño.

Conjuntamente desde la exterioridad la cadena significante de su discurso familiar opera por fuera del niño sin no por ello acusar sus efectos.

Esta exterioridad de la cadena no necesariamente adviene en la pubertad, y es este desconocimiento el que también mostraremos en el caso freudiano de Juan.

Después de la latencia sólo adviene un inconsciente fragmentario que un psicoanálisis no sólo debe concientizar en un proceso de rememoración sino también construir en sus porciones no inscritas en el sujeto, es decir, todo el desarrollo que de lo infantil arriba a la clínica del sujeto adulto.

Este desarrollo clínico implica por lo tanto no sólo descubrir lo reprimido sino construir lo no inscrito, es decir, producir un proceso sublimatorio.

Sin sublimación no se finaliza un psicoanálisis, pues alcanzar la ignorancia vaciando al presuntuoso saber implica un gra proceso creativo.

La disímil sexuación en uno y otro sexo, por otro lado, no es ajena completamente al concepto de lo que ocurre en la infancia, en tanto la sexualidad es el resultado de un amplio proceso psíquico que se ubica más allá de una simple maduración gonadal como muy bien lo ha demostrado el psicoanálisis.

Por lo tanto no sólo está concernido en un psicoanálisis la rememoración y la construcción sublimatoria sino lo real mismo de la genitalidad, es decir lo real del síntoma de los padres.

Si bien es cierto, que el niño representa el lugar neutro del objeto "a", la paideia, lo genital esta presente en su organización.

En este punto Freud es contundente, la sexualidad infantil responde a una organización genital.

Por lo tanto la clínica psicoanalítica del sujeto se compone, de hacer consciente lo reprimido del discurso, construir por sublimación lo no inscrito, bordear lo real del síntoma de los padres, rearticular el estatuto del sujeto en relación a su propia madre en tanto es el sustituto simbólico de una falta y bordear la propia organización genital de la infancia que es femenina en tanto esta antes de la maduración gonadal. Estructura masturbatoria del plus de goce. La eterna masturbación de Juanito que ninguna eyaculación viniera hacerle tope convirtiendo su placer en plus de angustia remanente.

Así, no es descabellado el plantearse que tipo de articulación debe ser pensada entre lo masculino y lo femenino del discurso para la comprensión del concepto de la infancia del hombre.

Dicho de otro modo, de qué manera juega el après coup fálico en las pulsiones parciales a sublimar y cómo puede entenderse todo esto en relación a un goce y a la genitalidad.

Nos parece al mismo tiempo que lo femenino es un lugar de excepción, en tanto nos revelará cuestiones fundamentales en relación al sujeto y al objeto.

Por tanto sostendremos la hipótesis que el objeto "a" ya está constituido en la infancia antes que la conformación definitiva del sujeto adulto.

Decir que un niño es lo real del síntoma de los padres es decir precisamente que esta conformado antes como objeto "a" que como sujeto.

Este es el sesgo por donde debe entenderse al objeto "a" como objeto causa. Objeto causa del deseo, objeto causa del sujeto y de ninguna otra cuestión.

Esto nos lleva a otra hipótesis, el objeto "a" es causa del Sujeto pero no la causa del inconsciente como tal ya que el mismo objeto "a" es producto de lo inconsciente.

Para ejemplificar esto último echemos un vistazo a nuestra modernidad:

Es en el universo de la ciencia, y gracias al advenimiento de ésta que la mujer logra como sujeto una existencia precisa y a la par con la del hombre a nivel de la producción del discurso, con todos los efectos que, hoy por hoy, observamos en nuestra sociedad.

La ciencia al suprimir el Sujeto de su reflexión permite que la mujer acceda a los mismos derechos e implicaciones que el varón.

Ambos hombre y mujer se constituyen en lo imaginario como objetos propiciando la caída del sujeto como tal en el intercambio social.

El lugar de progreso social alcanzado por la fémina en nuestro mundo contemporáneo es indudablemente un punto de progreso irreversible y cuya etiología hay que buscarla expresamente en el despliegue del lenguaje científico que suprime al sujeto en su saber.

Pero esto nos revela que la mujer en su ecuación simbólica y la conformación definitiva de lo inconsciente ocupan registros diferenciados.

Por un lado está el sujeto y por otro el objeto:

Este último adviene en sus efectos antes que la conformación definitiva de una clínica del sujeto adulto.

Es precisamente con la llegada de un cálculo que prescinde del sujeto que la mujer toma consistencia en la producción manifiesta del discurso y fortaleza en la producción de los vínculos sociales a nivel de la producción de la cultura, es decir ingresa en la política y en la dirección de lo económico.

Su lugar, como la historia nos lo ha demostrado puede ser muy otro al que ocupaba antes del advenimiento del discurso científico.

Estos son hechos constatables y necesarios de articular en una teoría de la infancia a la clínica de un sujeto.

Creemos que, en este sentido y por todo lo expuesto, el lugar de la mujer ofrece una articulación muy precisa en torno a pensar el estatuto del desarrollo de la estructura subjetiva. Cómo lo macho y lo hembra de un discurso se anudan en la producción y progreso del inconsciente.

Por otro lado nos entrega el horizonte de un paradigma histórico, que va desde el lugar de la mujer como trasmisión de la cultura en el centro de la estructura desde el origen de los tiempos a su lugar colateral en la producción misma en nuestra contemporaneidad. No hay que olvidar que la universalización de lo humano es un hecho reciente, también producto del discurso científico y donde la mujer ocupa un nuevo estatuto irreversible. Lugar en definitiva ectópico a su clásico lugar central en la estructura en los pasajes del intercambio.

La articulación, entre lo femenino y lo masculino, implica un lugar privilegiado y especialmente ejemplificante en las diferencias de las posiciones inconsciente y de como éste no cesa de progresar hasta la misma muerte biológica del mismo Sujeto.

Y a pesar del cambio de los tiempos, de la modificación del papel de la mujer en nuestra sociedad, se nos hace necesario encontrar su articulación invariable en la estructura. Es decir, hallar lo que el discurso de la ciencia no ha modificado en el anudamiento de la mujer en relación al concepto de la estructura del sujeto del inconsciente. Y lo infantil en esto nos parece una articulación esencial.

Haremos, por lo tanto, una pequeña escansión antes de desarrollar el concepto.

Implementaremos para esto una ejemplificación clínica, que es el historial que Sigmund Freud nos presenta bajo el epígrafe del "Análisis de la fobia de un niño de cinco años"; es decir, el caso conocido como del pequeño Hans. Y hablaremos en especial de la posición de su madre, de como lo femenino se articula con lo macho en la estructura "familiar".

Mostraremos en definitiva la especificidad de la mujer, aquello que le es central por excelencia y que ningún discurso puede desanudar o modificar. En una palabra, trataremos de hallar lo específico de la femineidad en la producción de la cultura tanto en los albores de nuestra especie como en la actualidad.

En definitiva lo que el discurso científico no ha podido variar en relación a la estructura del sujeto.

Nos parece que tal historial psicoanalítico, el de Juanito, muestra dicha particularidad femenina. Lo subraya de manera colateral, siendo éste un lugar singular y al mismo tiempo general con lo que tiene que vérselas una mujer; costado sin duda inquietante para los hombres.

En caso freudiano de Juan nos permite en definitiva demostrar la siguiente hipótesis:

Que el estatuto de la mujer en la teoría psicoanalítica supone una posición que se articula propiamente contra las formaciones del inconsciente siendo al mismo tiempo su causa.

La hipótesis sobre la novela familiar del pequeño Hans, que expondremos a continuación es una construcción y la denominamos ecuación clínica pues se articula en base a una predicción tomando el caso como un acertijo o adivinanza. Al igual que en las palabras cruzadas, o en el mismo psicoanálisis con niños, tratamos de pensar lo que falta para completar la globalidad de la estructura del caso.

Así obtenemos una articulación más completa aunque no diferente, y que si bien nada nos certifica que sus agregados concuerden con verosimilitud con la realidad histórica, tampoco nada la desmiente en relación a la verdad.

Es decir que más allá de la verdad histórica, o sea que haya podido efectivamente suceder o no, es lo que ha estado en juego como Real Fantasmático.

Aunque en el caso de Juanito es muy probable que las cosas fueran así, como las pasaré a explicar pues muchas pruebas circunstanciales parecieran confirmar la construcción en la realidad de los acontecimientos, a pesar del silencio de Freud.

Tenemos como basa paradojalmente frente al silencio de Freud la ironía de Lacan, que en el Seminario IV se desliza entre líneas del caso de Hans.

Esta hipótesis que nosotros adosaremos al caso freudiano puntualiza, entonces, el lugar del pater semper incertus en la novela familiar y que nos parece un punto especialmente álgido en la historia de este niño.

Hay que señalar que tanto el texto "La novela familiar del neurótico", donde se articula el problema de la incerteza paterna, como el año que el propio Freud señala haber escrito el caso de la fobia de un niño de cinco años es el mismo, 1909.

Aunque el lugar de sus publicaciones sean harto diferentes, lo que da prueba de la prudencia freudiana, en relación a la presentación de sus casos clínicos.

-El mito de héroe de Otto Rank para el "Mito individual..." y "El caso clínico de Hans" en la Journal.

El caso de Juan transcurre en el año 19O8, se lo escribe conjuntamente con la novela familiar del neurótico, al año siguiente y al cabo de 14 años Juan se vuelve a presentar a su olvidado analista.

La remarca que efectúa Freud en 1923 sobre el caso del pequeño Hans, con ocasión de la visita de este niño ya transformado en un joven nos parece significativa en relación a este punto de la novela familiar y al lugar del padre en relación a la posición de su mujer.

Allí Freud puntualiza sobre el decir de Juan, que los padres se separaron y ambos contrajeron nuevas nupcias y que el niño ya hecho un apuesto joven lamentaba que lo separaron de su hermana desde su más tierna infancia. Ana terminó viviendo con su madre y el nuevo esposo de ésta.

La historia familiar de Juan es la de una repartición de hijos como si de bienes gananciales se tratara.

Lacan retoma este punto con la mayor sobriedad, distinción y silencio.

En el Seminario IV al finalizar el capítulo de "Las bragas maternas y la carencia del padre" en lo que es el final del desarrollo de la cura que sobre Juan nos propone Lacan en la figura del caballo fustigado, nos comenta:

"De este modo Juanito empieza a experimentar la verdad de la advertencia de Nietzsche -Si vas con mujeres, no te olvides del látigo."

Sentencia aplicable en este caso, indudablemente, a la propia madre de Juan.

Nos agrega inmediatamente que:

"No veamos en esta escansión lo esencial de la lección de hoy..."

Pues lo esencial es la propia castración del padre de Juan que se manifiesta en estas bragas manchadas en otra cohabitación de su mujer, ya que con él no pasaba nada como muy bien nos lo subraya el propio comentario lacaniano.

Es decir que al igual que en la mitología Edípica, en que lo esencial no es la escena de seducción en la realidad sino su importancia como realidad psíquica, este pater semper incertus de Ana era esencial para Juan como saber angustioso en su psiquismo más allá de toda posible realidad.

Realidad que por otra parte en el après coup de los hechos, en la repartición de los hijos y en el comentario sobre la sexualidad de esta pareja, se nos parece confirmar.

El pater semper incertus es el caballo, representa al mismo tiempo la incerteza de padre así como el propio y temido cuerpo materno -las fauces abiertas de esta mamá cocodrilo en las dentelladas del equino. De allí que al final de la cura el propio Juan suba a su hermana al temido caballo antes de fustigarlo como muy bien nos lo muestra Lacan.

Es esta fustigación lo que preanuncia la desaparición del síntoma fóbico.

Nos parece por lo tanto que, bajo el matiz que supone esta construcción, la particularidad del caso de Juan articula algunas cuestiones en referencia al estatuto de la sublimación, es decir de las creaciones interpretativas que se produjeron, bajo dos vertientes:

a)En lo particular del caso expuesto, la intervención de Freud manifestándole al niño que él sabía de su origen antes de que Hans viniera a este mundo, tiene indudablemente bajo esta óptica un matiz pacificante de la angustia. Le ayuda a discriminar, a este infante, el saber que tal angustia contenía. El pater semper incertus no iba con él.

b) Pero por otro lado, creemos que en lo generalizable el caso muestra una articulación universal en cuanto al tema del sujeto y el objeto, en referencia a la temática de la puntuación que anuda lo sexual y el linaje. Es decir al estatuto invariable de la mujer en la producción de la cultura, más allá de las modificaciones que ha podido introducir el discurso científico.

El caso de Juan nos metaforiza, nos condensa, un lugar universal en relación al tema de los anudamientos entre el discurso macho y el discurso hembra en torno al tema de lo real del objeto causa y su articulación de saber con el único afecto verdadero que es la angustia.

El linaje, al fin y al cabo, no es otra cosa que el sentido supuesto por un sujeto, es decir el sentido de su origen, el lugar de donde cree estar hablando.

La hembra con su goce, al introducir la posibilidad de un padre incierto, de un origen diferente, muestra la vacuidad del sentido, de los orígenes, de los emblemas y de todo aquello que creemos es producto del significante.

Costado por donde el significante trastabilla y la angustia se empodera.

Frente a la coherencia de un aparente discurso de los ideales de un linaje, el goce femenino revelará las pasiones sobre lo que se fundamenta todo discurso.

En última instancia toda transgresión al linaje, es una transgresión necesaria para fundamentarlo.

La importancia del sentido supuesto se desvanece frente a la gramática misma del goce.

En una palabra el caso de Juan muestra como toda la sintomatología fóbica-angustiosa del niño respondía a lo real del síntoma de los padres.

Que Juan hiciera síntomas desde lo real del goce de sus padres sólo es posible pues el objeto causa, el objeto "a" está constituido antes que el Sujeto.

Por lo tanto podemos reformular nuestra hipótesis en los siguientes términos:

La mujer es lo que se articula desde el preconsciente contra las formaciones del inconsciente siendo al mismo tiempo su causa.

La categoría femenina es un real interiormente-exterior a la propia topología de los registros de lo significante, lo real e imaginario.

Es el centro del nudo, lo que lo sostiene constituido.

Y es al mismo tiempo lo que cristaliza su movimiento.

Para tener una lectura de ella hay que pasar de la cinta de Moëbius al nudo de tres registros. Pues lo femenino es el punto de sujeción del nudo, es decir que se encuentra en el mismo espacio que el objeto pequeño "a".

Lo real del síntoma de los padres es por tanto lo preconsciente, es decir la música del goce.

El objeto pequeño "a" es efectivamente, por la misma lógica lo real del goce femenino, lo preconsciente.

La relación del sujeto a su objeto, es decir el fantasma, no es la sexualidad infantil, pues por las premisas antes planteadas, toma consistencia desde el universo del adulto.

Es decir desde lo real del goce de sus padres, es decir desde lo real de su síntoma.

No hay elemento alguno que pueda representar tal cuestión -tanto el objeto "a", como el tiempo y la mujer sólo se articulan como una falta y Sigmund Freud lo enuncia como lo castrado.

Por tanto, en el discurso freudiano la mujer ocupa un estatuto similar a la propia inscripción del tiempo.

La mujer y el tiempo no existen en el inconsciente.

El objeto pequeño "a", en el discurso lacaniano, posee la misma naturaleza que el tiempo y la mujer en el freudiano.

Estas, por tanto, son las premisas lógicas que la madre de Juan nos revela como verdad universal de la posición femenina en relación a lo que constituye lo infantil en una clínica del sujeto y en relación a la angustia primigenia del ser.

 
 
 

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