Donald Trump
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- 10 mar
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Actualizado: 21 abr
Trump: Oxímoron de una decadencia
Hugo Monteverde
Es indudable que lo que hemos llamado “Globalización” sigue en pie, pero mostrando que los intercambios económicos a nivel mundial no son para nada una solución de las tensiones e intereses geopolíticos de nuestro mundo actual.
Si algo se torna evidente es que la humanidad se enfrenta a un futuro incierto con un pronóstico, para nada, muy predecible.
Por un lado, el efecto invernadero que no parece que vaya a disminuir su escalada, pues mas allá de las “fantasiosas” propuestas de temperatura en un grado y medio de aumento que propuso la “Cumbre climática de París” como media mundial para el año 2050, se calcula que no solo ya lo hemos rebasado, sino que seguramente su incremento se situará por encima de los 2º Celsius de la media actual, que tampoco es la que existía en la era preindustrial.
Esto no solo contempla un ecosistema muchísimo más hostil para el sostenimiento de una población mundial como la actual, sino que además implica unos cambios profundos en la biodiversidad cuya naturaleza estamos lejos de poder calcular. También cabe otra posibilidad, no menos preocupante, que es el devenir de las corrientes oceánicas con el aumento exponencial de las temperaturas en el planeta y el interrogante de una posible nueva glaciación en el hemisferio norte por el descenso o la parálisis de la corriente del golfo; de la que ya hablaban algunos biólogos chilenos allá por la década de los 60.
Otro vector no menos trascendente para el futuro de la humanidad es la irrupción del lenguaje “paracientífico” que implica el lenguaje informático, aplicado e interconectado al funcionamiento social. Sus efectos son igualmente globales, encontrándonos verbigracia a un sujeto, en una aldea paupérrima de África, malnutrido, pero escribiendo el WhatsApp en su móvil; paradoja esperpéntica de una certeza disruptiva en lo que es el progreso tecnológico en nuestro planeta a nivel de su comercialización. Pero la cosa no termina ahí, pues el horizonte de la inteligencia artificial y la robotización futura en los procesos industriales, de servicios y el consumo auguran un incremento exponencial del desempleo en las tareas menores y no tan menores, creando un sector poblacional inactivo donde ya se auguran posibles salarios estatales para una población masivamente desempleada y ociosa.
Tampoco es desdeñable la imposibilidad de mantener el actual crecimiento económico mundial, como lo hemos conocido en el siglo pasado y bien entrado en el actual, pues un decrecimiento productivo se torna inevitable pues no habrá recursos para todos.
En este contexto “El malestar en la cultura”, anunciado por Sigmund Freud en 1930, pareciera peccata minuta en relación a lo que se nos viene en los próximos lustros.
Ya no se trata exclusivamente de la liberación salvaje de las pulsiones e “instintos” que va retorciendo y reprimiendo la sociedad, en su avance de complejización cultural, y que como ejemplo simple, ya observamos en esta moda actual de violaciones en “manada” a las adolescentes; sino que los propios logros “paracientíficos”, que va introduciendo el sujeto “forcluido” del discurso de la ciencia -o para decirlo de manera más transparente los efectos de socialización de los avances científicos- crean unos “avatares” sociológicos de difícil pronóstico, pero que auguran malestares muy profundos en la convivencia humana.
Hay otra arista no menos intrigante, es el avance autocrático de países como China, Corea del Norte o la misma Rusia, donde se vislumbra un orden social mucho más controlado frente a los regímenes democráticos de Occidente. Estos actores, ya están tratando de crear un nuevo orden económico frente al dólar; así la irrupción de un Donald Trump en el contexto internacional actual y el auge de la llamada ultraderecha en Europa no dejan de ser respuestas a este conflicto entre democracia y autocracia en el panorama geopolítico mundial.
Occidente percibe, de una u otra manera, la fragilidad de sus sistemas políticos en cuanto a eficacia de acción frente al autoritarismo asiático y en occidente corrientes reaccionarias irrumpen con el ideal de menos democracia y más autocracia, con soluciones muchas veces básicas y literales que lejos están de comprender las razones profundas del declive de nuestra civilización. Pero esta emergencia de ultra derechismo, revestido de “libertad”, no deja de ser una defensa frente a un declive que se percibe en las entrañas de nuestro tejido social.
De la globalización marchamos hacia la polarización donde el declive de occidente no es para nada descartable.
Afirmar, como hemos hecho, que nuestra civilización occidental está en un declive creo que necesita de una verdadera fundamentación.
Como hemos escrito, en los primeros párrafos de este texto, Sigmund Freud nos lo anticipó en “El malestar en la cultura”, pero fue Jacques Lacan -más contemporáneo al fundador del psicoanálisis- el que pudo precisarse más. Así en lo años 60 del siglo pasado, nos advertía de la declinación de la figura del padre, la atomización de la familia, las disrupciones en la sexuación humana y un aumento significativo de las estructuras perversas y psicóticas en los años venideros. Es más, llegó a afirmar que ninguna estructura neurótica está completamente obturada y que toda construcción subjetiva tiene, en mayor o menor medida, puntos de “forclusión” sea cual sea la estructura. Con lo cual todos, en alguna medida somos psicóticos, y que el devenir de la declinación del Nombre del Padre y la descomposición y absorción del discurso del Amo en el Capitalista provocaría disrupciones profundas en el tejido social con consecuencias en la "salud mental" de la población en general.
Jacques Lacan también nos advirtió que uno de los problemas más graves que afrontaría la humanidad sería la emergencia de la inteligencia artificial, pues afectaría profundamente al plano cognitivo y aumentaría exponencialmente la debilidad mental intrínseca a toda subjetividad humana.
Así, el psicoanálisis, está advertido desde hace muchas décadas de lo que está irrumpiendo en nuestra actualidad. Y, es más, predijo el devenir futuro de esta época plagada de incertidumbres.
Jacques Lacan afirmó que la declinación del Nombre del Padre tendría un punto de retorno, se detendría y la figura de un nuevo anhelo paterno retornaría y cristalizaría en la sociedad aún con más fuerza que en la época de la moral victoriana. Un nuevo reclamo a un Padre y a un líder volvería con gran fuerza en el siglo XXI.
Esto implica, un retorno del fascismo en lo social, lo autocrático en lo político y la religión en el fanatismo social. Realmente nos predijo la regresión a un período muy obscuro para la humanidad.
También nos aclaró que el psicoanálisis no podría ofrecer solución alguna frente a estos acontecimientos y qué, si había algún tipo de remedio, este vendría finalmente de la arista del discurso de la ciencia.
Personalmente creo que es una esperanza un tanto fútil, pues me parece, que no contempla la inevitable articulación del discurso científico a su funcionamiento “paracientífico” en su articulación a lo social. Y llamo “paracientífico” no ha algo falseario o sin efectos verdaderos, todo lo contrario; sino a una “digestión” con fines comerciales de los saberes científicos retornados en una tecnología de consumo masivo y disruptivo.
También pondría en duda, la afirmación de Lacan, que llegaría un momento que habría un aburrimiento a la imagen en el funcionamiento social y la sociedad podría salir de la estulticia mental que hoy habita.
Contemplando actualmente los efectos de la tecnología móvil y sus redes sociales, no se ve muy claro ese camino de fatiga a la imagen como muy factible, todo nos indica que de lo bidimensional vamos rumbo a lo tridimensional, como universo “Real” y paralelo a nuestra propia realidad actual y que además estará entretejido de realidades virtuales construidas por la inteligencia artificial. No veo cómo en un universo climático, geopolítico y social cada vez más disruptivo y hostil, un individuo con un alto grado de desocupación laboral y malestar, podrá librarse de una realidad virtual paralela.
Realidad virtual que tal vez permita, a los gobiernos y los poderes fácticos, controlar a los individuos en un mundo con más pobreza y fragilidad.
Creo que, aunque Jacques Lacan no abundara en ello, el retorno de la entronización del Nombre del Padre con toda su obscuridad -adoctrinamiento que implica un futuro no muy lejano- no arrojará ningún tipo de solución a la convivencia humana y a los malestares que esta suscita; pues resultará todo lo contrario. Pues la estructuración humana en lo imaginario “Edipiano”, ya esta quebrada de manera irreversible, precisamente por ese discurso de la ciencia donde Jacques Lacan centraba como único referente a la solución “posible” del malestar en la cultura por fuera del psicoanálisis.
Decir que el modelo Edípico este quebrado, creo que es algo a constatar, pero parece evidente que el modelo de familia ampliada de convivencia, donde tíos, abuelos y padres convivían bajo un mismo techo ha fenecido y dudo mucho que el avance de la ciencia permita su retorno; es más, hasta la propia familia de padres e hijos parece atravesada por la metonimia del deseo y la disgregación. Esto difícilmente lo contrarrestará el fascismo y el fanatismo religioso, como muestra la actual líder ultraderechista alemana, la Sra. Alice Weindel, viviendo en Suiza con su pareja lésbica.
Así ese retorno del Nombre del Padre que nos augura Lacan no solo será la de un padre perverso, como en la novela del “pan duro” y como lo ha sido siempre, sino que será además un retorno en el marco de una realidad profundamente disrupta y de pobreza para el sujeto.
Trump, más que ejemplo de un padre perverso, líder de un ideario de America first, parece un desesperado neurótico tratando de sostener un “gansterismo político” que le queda grande.
Si alguna certeza nos arroja el psicoanálisis es la gran fragilidad y precariedad que implica el psiquismo humano y los pobres límites que habita, como para pensar que en un futurible hubiese allí algún tipo de solución. Contraponemos al triunfalismo de las neurociencias, la certeza psicoanalítica de la gran inconsistencia de la estructura mental humana y el devenir de nuevos malestares aún más profundos para nuestras futuras generaciones.
Barcelona, 9 de marzo de 2025.
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