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¿Qué no debe ceder en el saber supuesto al final?*

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    Conferencias y textos
  • 20 sept 2019
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 22 feb

Hugo Monteverde


El presente trabajo retoma un caso expuesto en el Seminario del Campo freudiano cuando éste comenzó su andadura en España.

El texto finalizaba con una afirmación:

“[...]El inconsciente se estructura como lugar para responder a la reducción del síntoma.”

Creo que tal apostillado toma valor si lo enfocamos al real que soporta todo síntoma, sólo conceptualizable al final del análisis.

Para lograr una modificación del modelo de goce se tiene que ubicar un sentido de lo real del síntoma y una perdida global del sentido de la subjetividad, como paso previo a tal transformación.

Un primario real fundamental antes del advenimiento de la subjetividad, de que la palabra se haga carne en el cachorro humano, deberá devenir como efecto de sentido en el decurso de un psicoanálisis para poder establecer las bases por donde el goce pueda cambiar.

Articulación que tal vez hay que visualizar en el mismo registro que Freud pretendía transmitirnos en el protofantasma de voyeurismo sádico en el texto “Pegan a un niño”.

A partir de esta construcción, se podrá en un tercer tiempo, como en una segunda muerte, es decir por fuera de lo real, en un verdadero après-coup a la estructura del sujeto -librado ya de sus ideales más elementales- crearse por retroacción la interpretación subjetiva que modifique la relación de goce al modelo pulsional. En una palabra, el psiconalizado deberá inscribir en su estructura un significante nuevo con el cual modificar, en parte, los derroteros de su goce.

Primer Acto: La agresividad

El caso presenta tres momentos bien definidos.

Hipótesis. Tiempo del acting-out.

Un primer momento de entrada e irrupción inevitable de lo real que posibilitará la entrada en análisis.

Rememoraré la confusa locuacidad y la extrema obediencia en la asociación libre y la descomposición del sentido que presentaba el decir de este adolescente. Discurso difícil de coherentizar por fuera de las preguntas del analista.

En esa incoherencia una historia se construye:

Una joven afectada de tuberculosis se cura y reflota los negocios del padre y hasta la muerte de éste no dejará de remitirle las ganancias. Un viudo, de similar edad a la de su padre y con un hijo de igual edad que ella, la corteja. Proviene de una tradicional familia burguesa, pero de aquella importante fortuna no queda nada por su gestión. Casados surgen dos hijas y el analizante concebido de manera no deseada. En este escenario edípico el analizante presenta una fantasía óptica precisa con relación a su goce y al hecho de ser “tuerto”. Un submarino en el interior del escroto controla el tiempo del acto onanista y permite un “corte de placer” que induce el orgasmo femenino antes de su maduración gonodal.

“...Ahora no me sirve de mucho, pero cuando era más pequeño y todavía no eyaculaba era fundamental.” “La paja es insoportable cuando no se tiene semen.” “El periscopio controla la paja y en su momento crispa los músculos hasta alcanzar el placer.”

Un sujeto masculino articulado de una manera muy particular a su goce –de la incoherencia en el decir sobre la realidad a la extrema precisión en el comentario del fantasma con relación al goce.

Este primer período analítico finaliza con su primer coito con la compañera de biológicas.

¿Que inferir de la dirección de la cura?

¿Qué ordenar del drama edípico con relación a ésta?

Indudablemente la construcción de la historia, que posee una riqueza interpretativa realmente importante, logra un cambio en la posición subjetiva del analizante.

En su reverso, más allá de la construcción de la história, el primer coito logrado con su novia virgen acarrea, a las pocas horas, un accidente automovilístico que le produce un desprendimiento de retina en su único ojo válido. Desprendimientos que harán serie por tres veces consecutivas hasta que el analista lo confronta a decidir entre una nueva intervención quirúrgica o la continuidad de su análisis.

La retina, en esa apuesta, como informamos en su momento replica, y transmitirá en una ardua construcción científica su verdad.

Como inscribir entonces esta serie de acting-out en la modalidad de trabajo de este psicoanálisis.

La fantasía de un accidente en el ojo sano era extremadamente tan recurrente como vacía de ser asociada a algo.

Entonces cabría señalar que el analista o no halló la mejor manera de llevar el caso o que un resto exterior a la propia cadena asociativa significante busca una expresión.

Por otro lado, la apuesta efectuada entre análisis u operación quirúrgica únicamente debe entenderse como una mera cuestión táctica que pretende impedir un deterioro que conducía al paciente a una inexorable reducción del campo visual, y que sólo al final de la cura cobrará un nuevo sentido.

También señalar que una vez replicada la retina se insta a que se realice un sellado con laser por todo el borde de la misma, lo que implica una perdida d visión perisférica.

Queremos aclarar que una detención volitiva de la destrucción de su retina era no solo un hecho inédito en su historia sino esencial en el camino de la cura.

Tesis. Tiempo del advenimiento de un sentido de lo real.

El segundo tiempo analítico ofrece el interés de consolidación yoica, laboral y sexual –tiempo de la psicoterapia si no fuese por la interrogación corporal.

Más allá de la historia edípica, en donde el sujeto va capturando su articulación como objeto no deseado, receptáculo de la amargura materna y concebirse como parte de una serie masculina desacreditada, el recurrir del enigma de una mácula atrofiada que desde siempre le impidió una visión funcional se impone.

Pero he aquí, que lo real responde. A partir de las incidencias en la retina el desvío en su ojo “tuerto” desaparece y la visión aunque, borrosa, retorna.

¿Ceguera histérica?

En este punto, despejar ese sentido es lo menos importante. Simplemente, hay que tomar esto a la letra, lo real queriendo lograr su expresión más aquí de la subjetividad.

Expresión de un saber que no consiste en la insistencia de un deseo sino en un cifrado sin sentido, sin cálculo, pero que como lo real de un nudo permitirá desanudar el síntoma.

Si la historia relatada pareciera articularse a la sintomatología del carácter tímido y feminizado del analizante, su cuerpo pareciera responder a otra lógica. El sujeto presenta una gran valentía frente a ese real y no esta dispuesto a que cese de hablar.

¿Está capturado en ese modelo de goce quirúrgico?

Seguramente, pero lo importante es que una modalidad de lo real busca una expresión y que el psicoanalizado no esta dispuesto ha hacerla cesar y sólo la intervención del analista, colocado en lo ectópico del discurso médico, puede inducirlo a una espera. Espera que consistirá en estar en la cama acostado con la cara mirando el techo las veinticuatro horas esperando que su retina replique, antes de cualquier nueva intervención y que convierte a la posición analítica del diván en algo un tanto paradojal.

Pero no debemos confundirnos, en este caso la cuestión está en juego en otro lado, ni en lo físico, ni en lo interpretable y menos aún en paradojas un tanto masoquistas.

Si en la formula del fantasma el objeto no se confunde en la separación losange del sujeto es porque remite a dos ordenes clínicos diferenciados. Ordenes cuya importancia a lo real del síntoma no son equivalentes.

Demostración. Liviandades del mal llamado síndrome de Asperger. Exclusivamente la operación que permite un devenir de sentido en lo real es lo posibilita una nueva relación del sujeto a su modelo pulsional, en tanto esta operación sólo es posible en la media en que se inventa un significante. Pues se trata de una articulación diferenciada al síntoma. El síntoma se entrega a condición de ocultar y el goce oculta a condición de gozar de lo real, y en esa hiancia una creación debe advenir de lo real mismo del ser.

Cuestión que por otro lado conoce muy bien el maestro que con un sarcasmo, una patada, interrumpe el silencio en la técnica zen.

Resumiendo:

Ningún cambio sintomático por la vía de la subjetividad detiene la emergencia de gozar de Tánatos.

Conclusiones: Tiempo del retorno a la interpretación subjetiva.

Tercer momento y final. El analizante regresa de uno de sus tantos viajes que por Europa, Asia y América realiza como exportador e importador y que simultaneará con su análisis y diversas actividades minoristas en la ciudad. Es aquí donde se le produce un hecho que le deja consternado. Ante el insistente reclamo de la hija de su novia en ver su “pito judío” -siempre le rememoraba la escena masturbatoria practicada al día siguiente de la intervención de fimosis que le efectuara su hermano médico mientras su glande sangraba profusamente- él finalmente accede, para que la pequeña lo observe de una vez por todas y deje de molestar.

Fuera ya de la perplejidad, comenta:

“[...]Esto es el agujero retiniano.” “Hoy ya sé que no tendré ningún accidente por ello, por este goce, pero no sé como no pude entender que de lo que se trata es de poder estar en silencio, sin hacer nada.” “Es lo que Ud. indicó en el tercer desprendimiento.” “Soportar el desacuerdo con mis impulsos es en lo que debo aceptar.”

El desacuerdo con el goce es lo que se eleva en el fin de este análisis como punto de conclusión y saber que me transmite este analizante.

Este resultado es posible en la medida que efectúa un après-coup con relación a un efecto de sentido con relación a su accidente visual.

Las intervenciones operatorias remiten a la primera de la serie. No hay en ese estrabismo de los seis meses problema genético alguno derivado de la talidomida de moda en aquellos años, sólo la normal incidencia de un ojo vago. La mácula dañada presentaba un problema de irrigación sanguínea de orden congénito sobre la que se efectuó una iatrogenia quirúrgica.

¿No es esta la causa del desorden del decir sobre la realidad en la entrada más allá de los avatares edípicos?

La modificación del modelo de goce sólo es factible en la medida que la relación losange del sujeto a lo real pernocta en el sostenimiento del desacuerdo fundamental entre la estructura subjetiva y lo real de la pulsión, pero sostenida en el final no por el silencio de Tánatos sino por una invención significante.

Creo que es innecesario, pero retundo, en mencionar que la escena con la niña indica un claro cambio de signo y el punto de salida de su análisis.

Segundo Acto: Tánatos

Sigmund Freud presenta al instinto de muerte en un segundo tiempo. Tanto a lo que hace a la construcción de la teoría como a la propia experiencia clínica de donde se extrae el concepto. Es en el desarrollo de la cura y una vez alcanzada cierta disolución sintomática, cierto nivel sublimatorio, que irrumpe Tánatos, como forma mórbida que pretende desandar los pasos en lo que la estructura de cura se ha ido complejizando.

Volver a un punto elemental de lo real es otra manera de poder enmarcar ciertas catástrofes, necesarias, para el fin de análisis en el decurso de una cura. Finalmente Tánatos, en esta articulación, permite acceder a un real primario que hay que introducir en el discurso y por lo tanto se presenta como aliado de ésta.

Finalmente el único saber no supuesto es el que se debe esperar de lo real. Después del susto, hay que alegarse de la llegada de Tánatos, si sabemos soportar el desacuerdo.


* Trabajo publicado en “Coloquios de la clínica” Rev. AEPA.

 
 
 

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