Padre, angustia y castración.
- Conferencias y textos
- 16 abr 2019
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Actualizado: 22 feb
¿Qué saber sobre el padre nos señala la angustia
para una clínica del acto?
Hugo Monteverde
De la clínica de la luz, de revelar un nuevo sentido del síntoma, hemos arribado a la clínica de la interrogación. Frente a la lógica clínica que Freud introduce revelando un nuevo saber frente a la aparente ignorancia que el neurótico muestra sobre su goce hemos arribado con Lacan a relanzar un nuevo interrogante sobre el asombro que el analizante muestra sobre su padecer.
No se trata de la falta que se articula como síntoma a un goce ignorado sino de una lógica no toda que interroga sin posibilidad alguna de respuesta a todo sujeto.
Hoy la resistencia no se revela como un saber inoperante que no disuelve el goce sino como irónico conocimiento que al borde de una certeza el neurótico interpelará a su terapeuta como falta de una respuesta absoluta.
La angustia de hoy no es hegeliana. No hay síntesis alguna sobre el polo dialéctico malestar-bienestar. Hoy ese polo no es dialectizable y es la profunda certeza que habita en el neurótico del siglo XXI.
La respuesta al interrogante del padecimiento es que no hay respuesta alguna desde el sentido: la química farmacológica es en todo caso el horizonte que obture ese saber verdadero.
Pero esta nueva perspectiva es sin duda un avance al que hemos asistido en la evolución de una clínica de lo inconsciente. De allí que Lacan nos haya introducido a una lógica de la no-totalidad.
Esta referencia no sólo se extrae de los casos sino además de la propia clínica de lectura de los textos de Freud.
Introduzcamos una referencia de Jacques Lacan de su clase del 16 de enero de 1957. Allí, al momento de comenzar, nos señala la base espistémica, el núcleo central, que profundamente le interroga sobre el corazón mismo de la teoría psicoanalítica que nos lega Sigmund Freud. Dice:
[…]Si algo me parece manifiesto en todo momento, es que en la teoría analítica falta algo. El esfuerzo que aquí sostenemos, no es malo recordárselo a ustedes, es para responder a esa falta.[…]
Lacan cree que su enseñanza esta al servicio de responder a una falla que existe en el edificio teórico del psicoanálisis freudiano y su obra se encaminará a otorgarle una mayor solidez lógica.
Creo que en el más aquí de las consideraciones de su clínica del sujeto y el de su práctica como psiquiatra, cuestiones donde halla las evidencias de su quehacer en el campo del inconsciente, su enfoque -al desbrozar la teoría psicoanalítica y volverla a restituir en el filo cortante de su verdad- no abandona la pregunta por su consistencia lógica como tal. Su pensamiento se dirige al núcleo mismo desde donde se sostiene la reflexión del profesor Sigmund Freud.
Es indudable que considera que el punto central del pensamiento freudiano no es su objeto de estudio, es decir el campo del inconsciente sexualmente determinado y sus síntomas, sino la falta donde tal campo se constituye; es decir, la premisa misma de la reflexión y que se denomina: Complejo de castración.
Dicho complejo, no estará mal recordarlo, es el que determina de una manera profunda toda la lógica edípica.
Casi dos meses después de la frase con la que comenzamos esta observación, para ser exactos el 13 de marzo del Seminario IV, Jacques Lacan abunda en su aseveración; nos subraya exactamente que es lo que falta en la teoría psicoanalítica.
Dice:
[…]Mientras que el complejo de Edipo está presente en el pensamiento de Freud desde el principio, sólo tardíamente, en su artículo de 1924 consagrado a un tema completamente nuevo, Der Untergang des Ödipuskomplexes, trata de articular plenamente su fórmula. Incluso podemos pensar que el gran problema personal del que partió es éste -¿Qué es un padre? De esto no cabe la menor duda. Su biografía, sus cartas a Fliess, confirman sus preocupaciones y la presencia del complejo de Edipo desde el origen. Y sólo tardíamente empezó a explicarse al respecto.
En cuanto a la castración, no se encuentra nada parecido. Freud nunca llegó a articular plenamente su sentido preciso, la incidencia psíquica precisa de ese temor, o esta amenaza, o esta instancia, o ese momento dramático –todas estas palabras se pueden mencionar igualmente, con un interrogante, a propósito de la castración.[…]
Es innegable que la reflexión de Jacques Lacan parte desde los primeros años de su enseñanza en la convicción de que a la lógica freudiana le falta algo. No sólo no es lo suficientemente sólida sino que además piensa que se halla en falso. Su retorno a Freud no es evidentemente dogmático.
Sabemos, por otro lado, algo que resulta muy obvio para cualquier lector más o menos versado en la obra de Lacan y es que toda su enseñanza cambia al menos de manera aparente el signo de la causa freudiana.
No será la castración como tal la que hace de etiología de la estructura psíquica sino un objeto. Este objeto llamado “a” no será las metonímicas recurrencias imaginarias de esos obscuros objetos de nuestros deseos sino un objeto real diferente al objeto del deseo y que se revela como objeto causa de toda posición deseante, el objeto “a”.
Decir que el vasallaje de todo sujeto, en el tránsito del significante por obra del objeto causa, es la castración no es exactamente lo mismo que remarcar a la Roca desde la ausencia de pene materno. No ya simplemente por el cambio de registro de lo imaginario de una anatomía a un campo de lo Real sino igualmente por la consistencia lógica en si misma.
Recordemos que es Lacan quien nos señala que a lo real no le falta nada, pueden existir vaciamientos, pero no algo del orden de una falta.
Al fin de cuentas lo real es simplemente “una manera de abordar el problema”.
No es lo mismo atribuir el anudamiento de un sujeto a la visión de que algo falta en el cuerpo de la madre, y con ello introducir la creencia de un complejo de castración, que pensar la causa como la presencia efectiva de un real.
¿Qué real?
Se podría extrapolar con facilidad el siguiente planteo:
Toda lógica atributiva de la falta de algo supone un tiempo en que nada falta, conjunto exterior de un origen oculto donde todo es completo.
¿Esta es la idea elemental que ha Lacan le permitió concebir lo Real?
¿Este sería el basamento de una lógica no-toda?
No me lo parece.
Y no lo parece porque, en la reflexión lacaniana, a lo que se apunta es a la misma cuestión que en la freudiana:
¿Qué es un padre?
Es decir no se abandonan las coordenadas lógicas del Edipo. Pero se las resitúa en un diferente campo.
Freud dibuja algo en relación a lo que él mismo denominó su pensamiento económico, en donde lo que apunta, nos permitirá discriminar por la negativa algo de lo que aquí sostenemos.
Se trata de lo que ha denominado como los dos avances en la constitución de los síntomas. Sabemos que la represión de la representación displacentera no conlleva estatuto sintomático hasta que su carga es transferida a satisfacerse por medio de otra representación. Pero esta evacuación será dolorosa no tanto por estar transferida fuera de su lugar pertinente sino por el plus de “energía”, factor Q, que conlleva y que nunca termina de agotarse en tanto eso, el Ello, siempre empuja. Es decir, el sujeto se encontrará con un resto de carga siempre imposible de vehicular por las redes significantes del inconsciente. De allí que la neurosis no pueda librarse, en un último límite, del dolor y de la angustia.
¿Es ese resto, ese más pulsional, el cambio de signo de la castración?
O para expresarlo de otra manera, el exceso pulsional que todo sujeto posee ¿es la otra cara de la falta?
Presencia y abundancia pulsional, de la que nadie no sólo no puede deshacerse sino que en un punto es irreductible y torna imposible el duelo como solución a todo conflicto humano. Es evidente que lo real de la pulsión torna inoperante toda renuncia pero no por ello es desde una lógica psicoanalítica la otra cara de la castración.
Ese mentado plus, que se refleja en la sexualidad de la mujer, y que Jacques Lacan nos muestra como presencia efectiva en la sexuación, es evidentemente la existencia de un real de goce imposible de perder para cualquier sujeto; aún en la propia estructura obsesiva, quien en ese punto es el que más logra reducir los insidiosos embates de esas pulsiónes más allá del falo. Sin embargo la causa, lo que se ha denominado el objeto causa tampoco estará allí, en ese punto; germen que podríamos vernos tentados en desarrollar si siguiésemos la lógica de Sigmund Freud.
¿Acaso habría que articular lo Real de la causa en el reverso de lo Real del plus?
Si en todo caso de una pulsión se trata no es la del propio sujeto sino la de Otro y de la que se tiene referencia por una simple pregunta:
¿Qué es un padre?
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