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Oscar Masotta

  • Foto del escritor: Conferencias y textos
    Conferencias y textos
  • 22 sept 2019
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 22 feb

Hugo Monteverde

Oscar Masotta: síntoma lacaniano

Corría el mes de septiembre, para ser precisos el día 13 de 1979, cuando fallecía Oscar Masotta después de una convalecencia difícil pero trabajando como psicoanalista y docente hasta casi el final; al siguiente día de su muerte sus restos eran depositados en el cementerio del norte de Barcelona. Mario Pellegrini, editor y amigo, facilitó a todos este duro tránsito.

Cinco años antes, en 1974 partía de Buenos Aires a Londres dejando tras de si una enseñanza que tuve el privilegio de escuchar más de un lustro. Eran los grupos de lectura de la obra de Sigmund Freud donde, uno por uno, tenía la obligación de exponer un texto que se discutía bajo su preciso saber.

Su enseñanza hizo escuela y diferentes psicoanalistas implantaron su estilo, Juan Carlos Indart con sus grupos de lectura sobre Saussure, Arturo Lopez Guerrero con su mirada crítica en la lectura del psicoanálisis y tantos otros.

Hay que resaltar, que en aquellas décadas de los 60 y 70 la obra freudiana poseía muy pocas buenas traducciones. Estaba la inglesa, la Standard Edition y la castellana de Luis López Ballesteros que publicó Ediciones Rueda. Serio no había nada más, amén de la original en alemán. En la edición en lengua francesa, aparte de profundamente incompleta, lo traducido en esos años 60 y 70 rozaba lo aberrante y de ahí que Jacques Lacan no tuvo más remedio que aprehender a Freud desde el alemán, pues en el inglés no se manejaba como corroboró el propio Masotta en su encuentro con él.

Ni Oscar Masotta se ordenaba bien en francés, ni Jacques Lacan en inglés, esa fue la segunda dificultad de ese encuentro que ambos tuvieron en París.

Por qué ¿digo la segunda y no la primera? Porque en ese momento ambos personajes eran los únicos que tenían una idea profunda de los textos freudianos por fuera de la lectura de muchos que se regodeaban diciéndose freudianos. No olvidemos que Norman O. Brown era una excepción en la forma de leer a Freud en Estados Unidos.

En Buenos Aires tuvimos el privilegio de poder leer a través del programa estructural de lectura, que construyó el propio Masotta, la obra freudiana de manera inédita en el mundo. Oscar Masotta en sus grupos de estudio, es bueno recordarlo, usaba ambas traducciones tanto la de Ballesteros como la Standar y corregía las diferencias significantes, gramaticales, de concepto, las complementaba a falta de un saber de la lengua alemana. Siempre nos decía, el “Chiste y su relación al inconsciente” ilegible, nunca podremos saber nada de ese texto si no sabemos alemán y el de Viena; es intraducible.

En París, por boca de Jacques Lacan, poseían similar privilegio pero a diferencia de lo que discurría con Masotta en Buenos Aires, allí nadie tenía de primera mano la obra de Freud, ni Jacques Alain Milller, ni Eric Laurent, ni Colette Soler, ni tantos otros colegas franceses que solo conocieron a Freud por los seminarios que Jacques Lacan impartía de manera directa, pues en su lengua gala carecían del material idóneo para tener una lectura seria y de primera mano de lo expuesto por Freud en su lengua alemana.

Todo esto gestó un climax que explican una serie de acontecimientos que describiré de forma muy sucinta.

PRIMERO. El encuentro entre Oscar Masotta y Jacques Lacan no fue precisamente una balsa de aceite. Rithée Cevasco me comentó en persona que el problema lingüístico tampoco facilitó mucho la cosa. El primero le demandó al segundo la entrada a la École freundienne de Paris, cuestión a la que el maestro francés accedió pero, cuando directamente vio el discurso que preparó el movilizador bonaerense para su ingreso, directamente le dijo no; debía hacer otro texto. Lacan no aceptó que Masotta contara la realidad de su trayectoria, sus grupos socráticos, como solía él llamar cariñosamente a sus grupos de lectura de Freud, bajo la excusa mojigata de que cobraba por ellos, cuando en el fondo era algo que no podía desarrollar el propio Jacques Lacan. Cuantas veces Lacan se lamentaba que sus seminarios no fueran más íntimos, menos masivos, con un público mas restringido, ¿acaso Oscar Masotta no le traía un trabajo íntimo y serio con sus alumnos que el propio maestro francés añoraba?

Estaría ya en ciernes, seguramente, el Alzheimer que padeció el maestro francés y que conjuró de manera eficaz en su enseñanza dirigiéndose a la topología nodal, haciendo sus nudos y recreándolos en ese profundo silencio de sus últimos seminarios; pero este desencuentro va más allá, toca las bases mismas de evitar un reconocimiento explícito de Jacques Lacan por todo lo hecho por Oscar Masotta para difundir su enseñanza.

SEGUNDO. Tal desagradecimiento no es un hecho menor y siempre me he preguntado qué hubiera pasado en la historia si Masotta no hubiese fallecido tan joven.

Seguramente las cosas no hubiesen sido fáciles para él cuando dos años después fallecía Jacques Lacan, un 9 de septiembre de 1981; tal vez habría retornado a Argentina como otros que teniendo una posición relevante en el psicoanálisis antes de la llegada del Champ freudien a Barcelona querían tener una relación de trabajo con él.

Cuando Oscar Masotta publicó en castellano el Seminario XI de “Los cuatro conceptos”, es verdad que no hubiese sido posible sin el asentimiento del maestro francés, pero meses después de esa publicación, con la que fuera entonces la madre de mi primogénito, estuvimos hablando con Carlos Barral, allí en su entresuelo con ventanal a la calle Balmes de su editorial Seix Barral, para la prueba de traducción del Seminario I. La prueba se presentó, se aprobó y el propio Masotta me recomendó la colaboración de un tercer traductor que era Carmen Gallano; no tenía total confianza en mi manejo del francés y él mismo me pidió, en su piso de la calle Aribau, que aceptara la colaboración de Carmen pues había estado mucho más tiempo viviendo en París; fueron sinceros argumentos que acepté. Pero tal empresa no pudo terminarse, se borró del mapa tal posibilidad. Jacques Alain Miller tomaba el mando de la cuestión con Paidós para las versiones castellanas y esto ocurría mucho antes de que en la ciudad de Málaga Oscar Masotta descubriera su enfermedad, diagnosticada con el concurso de algunos de sus alumnos.

Sabemos que un par de años después, Jacques Alain Miller se presenta en “Letra Viva”, ahí en la calle de Coronel Díaz en Buenos Aires, para retirarle por la vía jurídica todos los Seminarios de Jacques Lacan que traducía y publicaba un poco de “estrangis”, pero que generaban mucho oxígeno a los estudiosos de su obra que iba publicándose a cuenta gotas.

TERCERO. Oscar Masotta funda la “Biblioteca freudiana de Barcelona” teniendo al frente de su presidencia a Joan Salinas i Roses; mientras tanto también debe refundar la “Escuela Argentina en Buenos Aires”, pues la anterior -la primera que creó- la “Escuela freudiana de Buenos Aires” y de la que era miembro y presidente honorario, entró en las divisiones típicas de las aldeas psicoanalíticas.

A partir de 1977, con el embarazo de su mujer y el nacimiento de su hija Cloe, Oscar Masotta se va refugiando progresivamente en sus grupos de lectura y sus analizantes para terminar tramitando finalmente su convalecencia hasta el final de sus días.

A los pocos meses de su muerte, en el año 1980 Jacques Alain Miller convoca el primer encuentro de psicoanálisis en Caracas con la presencia de un moribundo Jacques Lacan y con un cartel de difusión representando una esquemática cara del maestro detrás de un buen micrófono, ninguna oreja como en el subsiguiente; Buenos Aires, cuna de la difusión del discurso y la enseñanza lacaniana en castellano, es completamente relegada.

Dos años mas tarde, en 1982, la Deuxème Rencontre en París con Lacan ya fallecido, se amaña la llegada de los seminarios del Campo freudiano a España para un futuro cercano. Previamente tuvieron lugar las Jornadas Ornicar en Barcelona organizadas por Mario Pellegrini y allí, en dicha ciudad, surge el Cercle al que me incorporo disolviendo el “Grupo freudiano lacaniano de Barcelona” que fundé con Mónica Torres y Nélida Halfon entre otros al irnos de la "Biblioteca freudiana de Barcelona" después de la muerte de Oscar y la llegada de Germán García que no dejó mucho espacio.

Grupo entrañable el freudiano lacaniano y que, con la partida a Argentina de mis anteriores colegas mencionadas en 1983, tuve que liderar en solitario. Así cuando se planteó la refundación de los grupos herederos de la enseñanza de Masotta en Barcelona cometí el error -sin duda fruto de un idealismo juvenil- de disolverlo e integrarlo en el Cercle de Barcelona.

Dos años después, tercer encuentro en Buenos Aires, con ese despreciable cartel de prados verdes chillones con vacas holando-argentino al estilo naïf; miserable tercer encuentro destinado a borrar toda la enseñanza que Oscar Masotta desplegó en el mundo de habla castellana y también inglesa que, aunque en menor medida, también la efectuó.

Estos son hechos que quiero exponer, como he dicho en anteriores párrafos, de forma sucinta para mostrar que el psicoanálisis no está libre de las miserias que habitan en otras instituciones profesionales.

Cuando en abril de 1975 me encontré con Oscar Masotta en Londres, me habló de la dificultad que entrañaba introducirse en el tejido cultural inglés. También me comentó de su proyecto de presentarse en Vigo por intermediación del psiquiatra José Rodriguez Eiras. Vi en Oscar, allí, un hombre con el entusiasmo de siempre.

Después de reyes de 1979 había lógicamente un hombre abrumado por su estado y por la orfandad en que dejaría su fecundidad, pero advertido del rasgo ego centrípeto y endogámico, de ciertos discípulos galos de Lacan y del propio maestro, cuestión que no escuché para mi infortunio por décadas.


Barcelona, confinamiento del 3 de abril de 2020.

 
 
 

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