La Función del Pasante
- Conferencias y textos
- 3 mar 2020
- 10 Min. de lectura
¿QUË DEL PASANTE?
Espacio Escuela de Madrid
15 de marzo de 2025
Camila Vidal
Normalmente se habla de la función de los pasadores, incluso del cartel, pero mucho menos de la función del pasante. Y esto me hizo pensar ¿por qué? Entonces, lo que se me ocurría es que normalmente se piensa en el dispositivo del pase como un dispositivo al servicio del pasante, es decir, propuesto y pensado para que el pasante pueda hacer el pase (que también claro), pero no es así exactamente. El pasante es un elemento más del dispositivo, que está todo al servicio de la Escuela y de la transmisión del psicoanálisis. Hay un ligero matiz en esto que hoy me interesa mucho resaltar y ponerlo aquí a discusión.
Sin analistas no habrá psicoanálisis, nos dice Lacan; sin pasantes no hay dispositivo del pase y sin el pase hemos de preguntarnos si podemos decir que hay Escuela.
Por un lado, está todo lo que tiene que ver con la cura: la resolución del síntoma, el atravesamiento del fantasma, la caída del SsS. En todo este recorrido el analista acompaña al analizante, es lo que llamamos la dirección de la cura y está íntimamente ligado a la transferencia y a sus avatares, hasta que se produce el final, el final de la cura.
En el pase se trata de otra cosa.
Lo que reconoce el pase no es la cura, una no nominación no dice nada sobre la cura de ese pasante que se ha presentado al dispositivo del pase. El pase reconoce un saber que adquirió el analizante más allá de la cura, un real, un saber particular adquirido pero que no tiene que ver con la cura sino con la transmisión.
Ahí el psicoanalista no lo acompaña. El analista condujo la cura, pero no el pase. Es verdad que la dirección de la cura puede permitir u obstaculizar, sin duda, este paso, pero no habla de lo que el analizante aporta que como digo tiene que ver con la transmisión del psicoanálisis y ahí el analista no está, eso es por fuera de la transferencia que se produce, una articulación entre lo particular de un saber, no de una cura, y la transmisión. Y ese tránsito entre el atravesamiento del fantasma, la resolución sintomática y la caida del SsS y lo que permite el pase, el analizante lo recorre solo, el analista ha perdido ahí su lugar.
El pasante entonces ha de poder transmitir algo, una versión de lo real que no tiene que ver con la cura. Se transmite un saber más allá de la cura. Una cosa es la cura y otra diferente la transmisión. Es a esa transmisión a lo que la Escuela ha de dar lugar. Esto es, para mí, el testimonio.
Es obvio que el pase no lo hace a uno más listo ni más leído, lo que si permite es una articulación viva entre la clínica y la teoría, maneras singulares de “decir” los conceptos, aproximaciones particulares sobre el real del que se trata y esto, quizás pueda parecer poco, pero no lo es.
Se trata justamente de transmitir la esencia de lo que es un análisis, sin decir lo mismo que Lacan dijo, en definitiva, pensar el psicoanálisis. Lacan nos decía que él escribía para no ser leído. Para que escribía entonces sino para permitir que el lector invente un saber distinto, una lectura en la que resonará la propia enunciación.
Una vez desasido del Otro, garante de todos los saberes, surge la posibilidad de una invención allí donde el agujero del saber se hizo patente y a ese agujero se engancha cualquier posible autorización, cualquier posible invención. Es porque hay un agujero en el saber que uno puede autorizarse y, en consecuencia, solo de sí mismo. Inventar el psicoanálisis cada vez, en cada sesión, con cada analizante. Esta es una invención posible.
Sigmund Freud buscó, en su preocupación por la transmisión, una cierta preservación estrictamente formal de su discurso, en la editorial por él creada a tal fin, a la espera de que algún día algún lector pudiese rescatarlo en su verdadero decir. Lo encontró, años después, en Jacques Lacan.
En cambio, Lacan inventó el dispositivo del pase. No se quedó a la espera de un lector, sino que, frente a la lengua común de la transmisión académica, apostó por la multiplicidad de lenguas singulares, el balbuceo propio de cada una de ellas, una por una, de cada análisis. No es una respuesta defensiva, es una apuesta decidida, riesgosa, que apunta a la estructura misma a la espera de lo nuevo, un auténtico trabajo de transmisión colectiva.
En Función y campo de la palabra… Lacan hace referencia al momento en el que se encuadra el escrito, en relación a una secesión dice en el seno del grupo francés, creándose la Sociedad Francesa de psicoanálisis y en este contexto señala algo que resulta gracioso pero que sin duda no lo es tanto. Cito: …el señor Zilboorg que, poniendo aparte nuestro caso, insistía en que ninguna secesión fuese admitida sino a título de debate científico, el penetrante sr. Wälder pudo replicar que de confrontar los principios en que cada uno de nosotros cree fundar su experiencia, nuestros muros se disolverían bien pronto en la confusión de Babel”. Pág. 229 Escritos
Si tomamos el ejemplo de Babel, vemos la argucia de Dios. No impide construir la Torre, simplemente descompleta la lengua común y parece ser que con buenos resultados. Argucia similar la que nos presenta Lacan, no se ataca la jerarquía, solo se descompleta con el gradus. Si eventualmente algo se puede hacer la contra a la lengua común no será otra cosa que la singularidad de cada una de las lenguas que el dispositivo del pase permitirá, eventualmente también, escuchar.
Esa fue la apuesta.
Cuando pienso en mi experiencia como pasante, la palabra que se me viene a la cabeza es que fue una experiencia abrumadora (uff, no sé si ahora sería capaz) y sin embargo no fue así, no me sentí abrumada en ningún momento, estaba decidida a hacerlo y creo que puedo decir que disfruté de todo el proceso, en el sentido de entusiasmo, había entusiasmo en todo el recorrido por el dispositivo. Lo que sí sentí fue el peso del acto, y también era consciente del enorme trabajo que suponía toda aquella articulación, todo el dispositivo. Concretamente el trabajo de los pasadores, yo pensaba, dios mío lo que les he dejado (yo lo llevaba articulado, bien armado, pues entendía y entiendo que ese es el trabajo del pasante. También a discutir. Pero uno habla, va hacia delante, vuelve hacia atrás, se embarulla, reflexiona…) qué trabajo les queda y una pregunta también ¿cómo se hará ese trabajo? ¿cómo atrapar algo? (a mí misma se me escapaba el punto “del que se trataba”, cada vez había que atraparlo de nuevo).
Entonces voy a señalar dos momentos fundamentales.
El primero fue antes de hacer la demanda, concretamente el momento que permite hacer el acto.
Con el fin del análisis yo sabía que quería hacer el pase, fue algo que se me apareció con claridad y con determinación. Algo de lo que había apresado en el final y toda la elaboración que siguió a continuación, pensaba que podría transmitirse, servía para el pase. Como digo, eso lo tenía claro, lo que no me vino fue una precipitación. Pensé que igual que había pasado con el fin del análisis tendría que esperar a que algo se me presentase como conclusión. Y así fue.
El sentimiento de liberación, de ligereza fue enorme con el final de la cura. Yo pensaba, cómo es posible que esto, que parece tan poca cosa, hubiese tenido tal repercusión en toda mi existencia y así como nunca antes había podido pensar en ser otra cosa que “psicoanalista” de repente sentí que podría dedicarme a hacer cualquier otra cosa, había bastantes cosas a las que se me ocurría que podría dedicarme y que serían de mi interés, a las que podría dedicarme con gusto. Así que durante un tiempo me dediqué a fantasear, sí, me dejé llevar y fantaseaba que hacía otras cosas y, si bien eran placenteras, siempre terminaban en un mismo punto ¿y qué hacía con lo que había obtenido del análisis? ¿qué hacía con el “poco” de saber adquirido? ¿qué hago con eso?, sin encontrar nunca un destino adecuado que me permitiese seguir con la fantasía, un punto de imposibilidad que me remitía siempre, de nuevo al puno de partida y vuelta a empezar.
Hasta que un día pensé algo distinto ¿y si no hago nada? Entonces un pensamiento surgió con determinación abriéndose paso en mi cabeza: estoy en deuda, estoy en deuda con el psicoanálisis y tengo que hacerme cargo de ella. Ya está, esa era la conclusión que necesitaba y ese mismo día hice mi demanda de pase.
Hice la demanda, me entreviste con alguien del Secretariado en España, sólo había dos pasadores en aquel momento así que no me hizo falta ningún sorteo e inmediatamente pedí la entrevista con la primera pasadora. Ahí fue todo muy bien, la verdad, me sentí cómoda, la escucha era atenta, estaba algo inquieta al principio pero no nerviosa y pude decir las cosas más o menos como las había pensado o incluso mejor diría, quiero decir que me sorprendió la forma en cómo las cosas se iban articulando, casi solas, era como que no fuesen exactamente mías, se articulaban solas (por eso ahora me viene la idea de UFFF, no sé si volvería a ser capaz) y al final agotada, luego de un día de intenso trabajo, pero bien, con muy buena sensación, por las preguntas que se me dirigían, por la forma de escucha, me pareció que no había sido un relato indiferente para la pasadora (mi historia no era una historia muy trágica, de hecho un día en relación a un hecho contingente que sucedió en la consulta del analista, ella me preguntó ¿entonces qué trauma cree que es el que usted ha vivido? Y yo le respondí ingenuamente: yo no tengo ningún trauma y ella dijo bajito: eso no es posible). Es decir, no era una historia muy interesante tampoco. Me resuenan ahora las palabras de Ana Maeso en su testimonio tan precisas y tan certeras no, con eso de que hay un real propio del análisis que no tiene que ver con los acontecimientos vividos.
Y al finalizar lo que me vino fue eso que ya dije antes, dios mío lo que le dejo, como va a hacer para hacerse con esto, me pareció un trabajo casi imposible: todo esto que he transmitido que abarca más de 20 años de análisis, que a mí misma me ha costado ordenar y elaborar y esta colega tiene que hacerse con eso e intentar transmitir algo.
Total, que como estaba ciertamente agotada, y me parecía que no se trataba de repetir lo mismo que ya había hecho, decidí tomarme un descanso y dejar pasar un tiempo antes de llamar a la siguiente pasadora y así lo hice. Deje pasar un mes creo y tranquila porque ya lo había hecho, sin problema así que pensé que estaba la cosa chupada. Pero no fue así. Llamé a la otra pasadora, acordamos la cita y entonces me puse a repasar mis notas para ver como lo encaraba en esta ocasión y lo que me sucedió fue algo terrible. Allí en las notas no había nada, no transmitían nada, era como letra muerta (como un esqueleto). Me quería morir, surgió una aparición de la angustia intensa y persistente ¡qué iba a hacer! Tuve que volver a comenzar de nuevo, buscar las notas originales que me traían los ecos de los momentos en los que las había escrito, revivir todos los momentos cruciales del análisis (buscar las sensaciones corporales), rehacer las articulaciones… para que algo de la enunciación consiguiese aparece de nuevo. Y esto fue una auténtica sorpresa para mí, no me lo esperaba en absoluto.
Algo de lo real tomó cuerpo en esa sorpresa devastadora de que allí no había nada de interés, sentí en la carne, si puede decirse, eso que se escabulle, que nunca se puede atrapar, que cada vez ha de traerse de nuevo y que en cuanto uno piensa que está ya no está más.
Fue algo muy aleccionador, por eso digo que la transmisión del dispositivo del pase yo creo que lo que nos trae es algo de esto, que ese real se escabulle continuamente, hay atisbos, migajas dice Lacan, pero es inatrapable y sin embargo está ahí. Pero hace falta una enunciación cada vez.
Es una experiencia intensa y muy perturbadora que reaparece cada vez que el encuentro con lo real se presenta, eso es lo real, apareciendo allí donde menos se lo espera, por fuera de todo cálculo, es algo así como “esto es lo último que me esperaba” no hay forma de calcularlo, ni ningún análisis permite eludirlo, ni anticiparse ni nada de nada, no hay forma de prepararse porque siempre aparece donde no se espera. Esa constatación es muy fuerte, aparece y punto, algo que se escabulle y que deja como huella un fondo profundo de angustia. (estar abiertos a lo nuevo, no pensar demasiado en lo que esperamos escuchar a los pasadores…)
¿Hay alguna diferencia entre esta angustia y las anteriores?
Me hago esta pregunta porque yo pienso que un análisis opera claramente sobre la angustia. Yo puedo decir hoy que mis niveles de angustia son realmente bajos, no me angustio por cualquier cosa, es más creo que podría decir que me angustio más bien poco. Ha desaparecido ese fondo de angustia que había estado acompañándome tantos años.
Esto tiene que ver con poder aceptar las cosas tal cual son, no pelearme constantemente contra los imposibles que me constituyen a mí y al mundo por decirlo así. “Separarse del acto, no confundirse con él, comporta entonces una distancia de la ética de lo bueno y lo malo, para introducirse en el terreno político de lo que es posible, liberando al sujeto de toda exigencia de lo imposible, y es ahí donde el superyó se vacía de su demanda sádica” Pág 94, Cap. Un agujero en el saber (Niebla. Ediciones política y sociedad).
Pero, también es verdad, que cuando aparece toma este cariz un poco devastador, menos velado creo que se podría decir.
Por lo tanto, como decíamos, Lacan inventa el dispositivo del pase, un dispositivo complejo, en donde de lo que se trata, podríamos decir, es de borrar las subjetividades en el intento de ubicar cómo se gesta este nuevo deseo, cuya dirección es lo imposible podríamos decir, y trata de ubicarlo en el entramado del propio dispositivo, como una apuesta de transmisión por fuera de la subjetividad a través del dispositivo. Separando entonces de una manera nítida, la transmisión académica es decir lecturas, el estilo analizante, el SsS y la transmisión del pase, algo del orden del dispositivo que trasciende lo subjetivo.
En todo caso, si el dispositivo en su conjunto, nos transmite algo, que es de lo que se trata, además de enseñarnos sobre la clínica, confronta además ésta con la teoría, también sobre algo muy importante a mi manera de ver que es poner a cielo abierto como se analiza hoy, como son designados los pasadores (nos indica la idea que como analistas nos hacemos de ese tramo final), qué idea traen los pasantes del paso a analista, qué pueden decir del final del análisis… pero fundamentalmente para mí lo que transmite el dispositivo, puesto que es un dispositivo de transmisión, es el fracaso, no del dispositivo, desde luego, sino el fracaso en el intento de atrapar lo inatrapable, ese real en juego en la formación del analista, pero al mismo tiempo nos insta a no dejar de intentarlo, otra vez y otra y otra.
No es una mala transmisión, no es poca cosa, incluso se podría decir que es una auténtica enseñanza, constatar en cada ocasión el imposible que está en juego sin tratar de soslayarlo, de evitarlo, hacerlo presente en el corazón mismo de la Escuela (recordemos que es el deseo mismo el que nace de ese imposible de la estructura y ese “como se gesta” el deseo mismo es lo que el pase nos trae cada vez con lo imposible que se cuela en cada testimonio, un deseo de otra vez, de seguir fallando…). (Una enseñanza podría estar hecha para hacer de barrera al saber. Alocución sobre la enseñanza pág. 318).
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