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Estatuto del discurso científico.

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    Conferencias y textos
  • 4 abr 2019
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 22 feb

El estatuto de la ciencia en el lugar de la mujer.


I

Alguien puede preguntarse si no hay un error en el título del trabajo. Si no se trata más bien del lugar de la mujer en el discurso científico.

Desde ese sesgo ya hemos desplegado la idea que ésta alcanza estatuto de sujeto por obra de este discurso.

Dijimos:

Que...“La mujer ha ocupado un estatuto diferenciado en la producción de la cultura humana,... hecho incuestionable.” “Sólo con el advenimiento de la ciencia, con la supresión del sujeto en la reflexión del saber, con la llegada de un universo calculable donde el mecanismo revela la esencia de las cosas, es lo que ha permitido un ingreso aparentemente a la par, homeomórfico de lo femenino con lo masculino.”

“Es en el universo de la ciencia, y gracias al advenimiento de ésta, que la mujer logra como sujeto una existencia precisa y a la par con la del hombre a nivel de la producción, con todos los efectos que, hoy por hoy, observamos en nuestra modernidad.”

“El lugar de progreso social alcanzado por la fémina en nuestro mundo contemporáneo es indudablemente un punto de progreso irreversible y cuya etiología hay que buscarla expresamente en el despliegue del lenguaje científico que suprime al sujeto en su saber.”

“Es precisamente con la llegada del cálculo que prescinde del sujeto que la mujer toma consistencia en la producción manifiesta como sujeto y fortaleza en la producción de la cultura, es decir ingresa en la política y en la dirección de lo económico.”

Sistematizando el siguiente interrogante:

Sé... “nos entrega el horizonte de un paradigma histórico, que va desde el lugar de la mujer como transmisión de la cultura en el centro de la estructura desde el origen de los tiempos, a su lugar colateral en la producción misma en nuestra contemporaneidad.”

Para finalmente subrayar al interrogante citado:

Que “...a pesar del cambio de los tiempos, de la modificación del papel de la mujer en nuestra sociedad, se nos hace necesario encontrar su articulación invariable en la estructura.”

“Es decir, hallar lo que el discurso de la ciencia no ha modificado en el anudamiento de la mujer...”

Es entonces para responder a todo este conjunto de cuestiones que afectan de manera decisiva a nuestra época, que creí necesario reflexionar una hipótesis de trabajo inversa, de que el estatuto de la ciencia se halla en el lugar de La Mujer. Afirmamos que es éste el nuevo centro etiológico de todos los "partenaires" del hombre moderno.

Del agalma femenina cuya cúspide hallamos en el amor cortés, o la figura del niño que nos brinda antes aún el cristianismo como entronización de la maternidad que reintroduce lo real de la mitología politeísta en el monoteísmo, el real de la ciencia en nuestra modernidad nos brinda una nueva modulación de lo humano en lo inefable de la vida.

Planteamos la hipótesis que el discurso científico se instala en el intento de producirse como Todalidad Universal. Su síntoma como discurso por otro lado, no sólo muestra su fracaso en tal empresa sino que le remite a una fragmentación epistémica cada vez mayor.

La ciencia no sólo proyecta en su hacer la bisección pulsional del cuerpo en aparatos, locomoción, escópico, auditivo, etc, sino que introduce lo que podríamos denominar un canibalismo de lo real.

Para acotar dicha hipótesis de trabajo, hoy en este breve tiempo no construiré más que un marco, recorreré, por lo tanto, la articulación caníbal en lo humano y su correlato dialéctico la pulsión de muerte.

II

Que el lugar nutricio es el modelo elemental no sólo de la efracción, dislocación corporal, sino además matriz de las identificaciones primarias, no es una especulación kleiniana sino que se halla en el corazón mismo del pensamiento de Freud. Tanto la madre, el padre y la propia pareja parental son introyectados antes de la diferencia sexual desde la pulsión oral y como tal será el basamento de la organización imaginaria del niño. Que esta ingesta es simbólica, nos lo revela el propio caníbal, al compararnos los distintos tipos de carne humana con otros diferentes productos alimenticios. Lejos esta el canibalismo de una conducta primaria o primitiva, una gran elaboración sublimatoria se establece en este tipo de tradiciones. Baste para ello sólo pensar en la comunidad jíbara.

Así el canibalismo poco tiene que ver con lo más primitivo del ser. Muy por el contrario es una elaborada respuesta a las fuentes más primarias de la falta en ser.

Más allá de la anécdota y el acto de la ingesta, no dejamos de estructurarnos bajo la égida mental del canibalismo. Esta lógica mental trasciende lo que conlleva de pulsión oral.

Binomio al fin entre tensionalidad agresiva de la falta en ser, premaduración, e incorporación caníbal del mundo.

Efecto de la dimensión del mundo humano y que le llevó a Freud a afirmar que prefería la simpleza del hombre primitivo al refinamiento del hombre moderno.

¿Podríamos pensar entonces que la ciencia escapa a esta lógica? ¿La supresión del sujeto en el discurso científico no es una manera de caníbalismo mental?

III

Postular un instinto de muerte operando en el hombre es plantear un sentido de las cosas. Más allá, del sin sentido final de la destitución subjetiva; hay un carácter mórbido operando contra el hombre.

El psicoanálisis no plantea estrictamente un sin sentido en la vida humana, sino uno particular:

El rasgo de una operación contra la vida.

Tánatos es un sentido singular que se puede generalizar en la conducta de todos los hombres. Un sentido de goce tanático en lo real que atraviesa lo particular. Esto conlleva la universalización del principio en lo social postulándose un Malestar en la Civilización.

De "Más Allá del Principio del Placer" -1919- al planteo "Del Malestar en la Civilización" -1929.

Dicho malestar no es exclusivamente la represión sobre los instintos naturales, como nos lo presenta Freud, sino que para nuestra época implica además una operación producida por un dispositivo simbólico, a saber:

El discurso científico.

La ciencia al operar sobre lo natural engendra reales de malestar que la transforman. Esta metamorfosis aleja a lo propiamente natural del hombre y no solamente a éste de lo instintivo por pura y simple represión en su sumisión a la cultura, como lo fue antes del advenimiento del pensamiento científico.

Enajenada la naturaleza, transformada en sus equilibrios y alienada de ella misma, el instinto de muerte haya por fuera de lo humano una cierta trascendencia y por lo tanto un cierto sentido finalista de las cosas, en el horizonte imaginario de nuestra humanidad.

¿El algoritmo científico no se anuda, por lo tanto, como un canibalismo simbólico del sujeto al remitir al hombre a un real de malestar?

IV

Bien es cierto que el quehacer psicoanalítico en tanto sostiene un Instinto de Muerte, y con él su generalización como malestar en lo social, no puede deslindar la práctica clínica del entorno y época en que se desarrolla la historia del individuo.

El discurso del psicoanálisis aborda los cambios sintomáticos de las personas a través de la historicidad no sólo personal sino desde la inscripción social de su tiempo. De allí que la clínica analítica señale las diferencias sintomáticas de unas histerias de los años freudianos y otras de los noventa. Es decir, la clínica psicoanalítica será siempre de lo particular.

Pero como se ha afirmado anteriormente, la ciencia ha creado reales de malestar alejando más y más lo "natural" de lo "humano". Esto ha reforzado, lo que Freud denominaba, el malestar primigenio de la represión de los instintos por su sumisión a la cultura.

Este alejamiento o transformación de lo natural posee rasgos homeomórficos. El discurso de la ciencia ha universalizado formas de malestar reduciendo la heterogeneidad de lo particular.

Si la clínica psicoanalítica se plantea como de lo particular, no es menos cierto que la homogeneización de las particularidades es el rasgo distintivo de nuestra contemporaneidad.

Cuando los analistas hablamos de la clínica de lo particular, este enunciado tiene el rasgo sintomático de enunciarse en un mundo donde cada vez son menores las referencias a lo particular.

El partenaire sintomático es cada vez más indiferenciado donde se vislumbra una tyche del automatón, o un ensamblaje entre ambos. Rasgo distintivo de nuestra llamada postmodernidad.

Lo estrictamente particular se disuelve en nuestro mundo por efecto de la colectivización del malestar y el discurso psicoanalítico plantea un rasgo distintivo frente a los efectos homogenizadores de la ciencia.

Lo particular de nuestra práctica reside en nuestro discurso, el psicoanalítico, y no estrictamente en la clínica en sí misma. Los fenómenos clínicos están atravesados por los efectos de universalización de la ciencia, ocultando -y a veces hasta disolviendo- los rasgos particulares de los sujetos.

El sujeto actual es el del automatón del cuerpo en la tyche de la pobreza significante. Lenguaje del puro ensayo y error.

El psicoanalista tiene algo que producir, apuntando a lo particular frente a lo generalizable y homogeneizante de los efectos del discurso científico en el malestar particular y profundamente inconsciente de cada sujeto.

Particularizar el malestar, que cada vez se presenta más profundamente ignorado, es la tarea ética del psicoanalista actual.

Toda ética es de lo real, hoy de lo real engendrado por la ciencia en prima fase, que determina una subjetividad homeomórfica.

V

Difícil apuesta entonces para el psicoanálisis, en una batalla que podemos tener perdida de entrada.

Como nos comenta Jacques-Alain Miller, recordando a Lacan:

“Situar el síntoma en lo real...” en lo real del discurso científico, agregamos nosotros “...pone en cuestión la propia posibilidad del psicoanálisis.”

Pone en cuestión al psicoanálisis en tanto lo homogéneo de lo simbólico se nos hace presente en lo heteróclito de lo real.

Hoy lo particular no se halla en la subjetividad que tiende a lo indiferenciado homeomórfico sino en lo real mismo del síntoma.

Creo que frente a este marco se pueden plantear algunas líneas de investigación:

Escudriñar más allá de la clínica de los sujetos al propio discurso científico. Recordar, por ejemplo, que en la llamada conquista del espacio, allí no se trata tanto del desiderio, deseo astronáutico, sino de la lógica devoradora de lo real que nos ha habitado desde los orígenes de los tiempos.

La subjetividad “del grito del astronauta” muestra precisamente que más allá de los ideales supremos de la contemplación del espacio se esconde la lógica caníbal de siempre donde una estructura mental prima sobre la intención psíquica.

Por otro costado, el astronauta es el vivido ejemplo que para él ya no es la mujer su síntoma, sino la ciencia misma.

De su reverso, la cientificidad en lo real de la genética irrumpiendo en la clonación de lo femenino.

Los ejemplos no dejarían de multiplicarse para dar cuenta de cómo el discurso de la ciencia se ubica en el lugar de La Mujer Toda Universal.

De allí que otra línea de trabajo debe visualizar si, en esta fragmentación de lo real, que la ciencia produce en su intento totalizador, se pueden rastrear irrupciones de algoritmos por fuera de esta lógica caníbal.

Su descubrimiento sería una esperanza para la humanidad y una contribución sin precedentes del psicoanálisis al mundo.

Creo que hoy, estas son las preocupaciones que deberíamos habitar los psicoanalístas, ante los excesos de un canibalismo que siempre nos retorna.

Preocupación al fin ante el discurso de la ciencia más que por las menudencias de la transferencia institucional.

Hugo Monteverde

Málaga, julio 18 de 1998

 
 
 

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