top of page
Buscar

EL CELIBATO.

  • Foto del escritor: Conferencias y textos
    Conferencias y textos
  • 5 abr 2019
  • 6 Min. de lectura

El celibato en el discurso católico.

Hugo Monteverde.


La soledad, la soltería, el celibato, son significantes que tendían a producir fuertes efectos de sentido. Es decir contenidos imaginarios demasiado unívocos en la gran masa humana.

Son resultado del lazo social entre los sujetos, de la lucha de los sexos, de la interacción entre las diferentes clases sociales, su generalización tiende a la ambivalencia, entrañan temor y todo el discurso que se engendran alrededor de ellos es la lucha para su eliminación o al menos su posible apaciguamiento.

A la soledad, la comunicación; a la soltería la oblatividad genital en el matrimonio, al celibato la tolerancia para con el cura casado.

Es decir, que frente a la propia actitud defensiva, “comprensiva” se los arropa de sentidos muy fijos.

La soledad, la soltería, el celibato, son todos significantes en los que se trata de afirmar en torno de ellos correlaciones universales.

Soledad, por ejemplo, poco se diferenciaría de aislamiento. Soltería poco de imposibilidad de relaciones humanas satisfactorias. O celibato de castidad.

Sin embargo precisamente por este fenómeno tan bien registrado en la variedad de formas discursivas, poco es lo que pueden definir en tanto a la particularidad del ser.

En el fondo, la generalización, la cristalización de sentido, observado en el discurso social de estos términos no esconden otra cosa que su fragilidad de significación. En lo fundamental, poco pueden definir o adjetivar de las personas.

Por tanto, su tendencia es a omitirlos en la calificación del sujeto. Y en la historia de este siglo XX su variabilidad a partir de la mitad de éste comenzó a tornarse evidente.

De su fuerte y cristalizado sentido de otros tiempos se pasó a partir de la posguerra a un débil reflejo, que casi no quiere decir nada, en nuestro final de siglo.

¿Y acaso no pasara lo mismo con las diferentes formas de sexuación en lo humano?

¿No iremos en venideros tiempos a englobar todas las formas de sexualidad humana en una generalizción cretinizante?

¿Tal vez solo los pedófilos seguirán siendo perseguidos y manteniendo su particular rasgo sexual?

El desarrollo de la sociedad, llamada de consumo, donde el estatuto del objeto a resaltado su cara metonímica, ha hecho estallar lo que era clásico, en estos fenómenos de sentido.

El mismo documento de identidad español, por ejemplo, da cuenta de la cuestión en relación al estado civil, desaparecido en sus nuevas versiones.

Es así como en nuestro universo contemporáneo ciertas significaciones que se hallaban bastante cristalizadas alrededor de estos conceptos se han ido resquebrajando, hasta el punto de significar ya muy poco.

El capitalismo, en su funcionamiento discursivo es una maquina de tolerancia, de aceptarlo todo al precio de una profunda atomización y disgregación de los lazos sociales.

Sin embargo no es así con el termino célibe, que guarda todo su sentido a pesar de los cuestionamientos que se efectúan, aún mismo, dentro del seno de la propia iglesia católica.

Tal vez pedofilia y célibe mantendrán su fuerza de particular sentido en los años venideros.

Todos los demás serán un conjunto indiscriminado y "diverso" de la sexuación.

Pero antes de abordar la cuestión convendría centrar un poco más lo que era clásico hasta hace unos años en la definición de estos conceptos.

La significación de estos términos cristaliza unas relaciones del sujeto al otro un tanto imposibilitadas.

Así la solterona reflejaría, en su clásica versión de la "neurasténica", la difícil o inexistente relación al otro.

La imposibilidad de tomar al "partenaire" como objeto de deseo por fuera de la fantasía, no reflejaría otra cosa más que la propia dificultad de la solterona de verse anudada como un objeto de deseo del otro. La clásica neurótica soltera de otros tiempos deja ver a las claras la dificultad de verse barrada como sujeto.

Esto no deja de tener cierta comicidad si pensamos, en la historia de nuestro movimiento psicoanalítico, en la "señorita" Ana Freud. En la desgracia de un discurso de "las defensas del yo", que pretendían sostener la posición del analista repudiando su condición de objeto. "Cagada de mosca" que permitió la vacuna contra "la peste" que había inventado su propio padre.

Así nuestra endogámica historia, ya nos muestra como soltería en versión "anafreudiana" se disocia de aislamiento, soledad o cualquier pasión del ser apta para el enriquecimiento humano.

Es simplemente dificultad de barrarse como sujeto para advenir como objeto para el otro.

Sin embargo, no podríamos decir lo mismo de ese otro soltero llamado Friedrich Nietzsche, en donde su posición como objeto del discurso era evidente a pesar de que todavía no había advenido para él, el discurso analítico.

¿El onanista, en su idiotez otro tanto? Pero que decir de un Johann Wolfganng Goethe, "gran masturbador" por debajo de la mesa de los escritos de sus obras.

Así vemos como esos términos, soltería, soledad, aislado, onanista, que el discurso trato de cristalizar en significaciones universales en el pensamiento corriente de la gente, hasta la primera mitad de nuestro siglo, se resquebrajan, pierden toda capacidad para analizar al sujeto en la particularidad de los personajes. Conceptos que en si mismos no significan nada por fuera del contexto de las historias personales.

Y con los años venideros toda esta generalización de la sexuación se irá reforzando en una debilidad mental en incrementó.

El celibato por el contrario, en el discurso de la iglesia, no presenta la univocidad que pretendidamente se trataba de dar a los términos antes citados en el laicismo de nuestra época y que se irá incrementando en tiempos futuros.

La iglesia siempre se ha encargado de distinguir muy bien el celibato del pasado sexual del pecador, hoy santo. Los votos de castidad, del casto.

El discurso del propio Concilio de Trento, donde la última descarga de culpabilidad es la propia consciencia, deja muy bien entrever que al fin de cuentas célibe se puede ser hasta por un día, si éste es el último del sujeto y apuesta por el.

La apuesta de la iglesia apostólica romana por el celibato es una jugada precisa. Es resultado de la ausencia de relación sexual.

Anudan el término, en todo su discurso, en una consistente significación generalizante, menos necesitada de la particularidad, de lo que podría parecer en una primera vista.

Más aún podría decir, que el discurso católico, con su decidida apuesta por el celibato dentro del ejercicio de su sacerdocio y la tajante condena contra el control de la natalidad, es lo único consistente, que como discurso del amo, ha resistido en los embates del discurso capitalista.

Al americano estilo de vida, al orgasmo satisfactorio, al derecho a la felicidad de la constitución Norteamericana, la iglesia católica ha respondido que sabe que no hay relación sexual y que la dignidad humana precede al nacimiento de los sujetos, es decir, que el discurso antecede al alumbramiento. Cuestiones precisas, puntos ciegos perfectamente delimitados del decir social, donde el discurso capitalista carece de respuesta y cierne lo real de su propio malestar.

Que el discurso capitalista sea un automático de psicoanálisis salvaje que lo disuelve todo, atomizando las formas tradicionales de familia y de relaciones sociales, no quiere decir que tenga respuestas.

Tiene efectos disgregadores pero no respuestas.

De ahí que el advenimiento de la religión verdadera, relanzando toda su potencia en el lazo social, es altamente probable en los años venideros.

Pensar que el actual sistema económico lleve a un modelo donde se disuelva un funcionamiento familiar, se desintegre una fe religiosa y el hombre pierda estatuto como lugar que inscribe la existencia, será una escansión de décadas pero el resultado final, pues si nos quedarnos en las apariencias de lo que será el funcionamiento social de las dos o tres primeras décadas del siglo venidero es no entender hasta donde las profundas raíces del malestar que engendra el discurso capitalista, refuerzan el lugar del padre, de la familia, de los valores cristianos y apostólicos, frente a un mundo donde el discurso de la ciencia no tendrá una adecuada respuesta a los ideales humanistas a los que se ha tejiendo el discurso en nuestro universo contemporáneo.

Así, creo que ambas cuestiones, primero mostrar que es posible la existencia con el gozo de Dios -con el plus de goce- sin relación sexual y segundo, atematizar cualquier interrupción de la concepción que no sea la propia abstinencia; es decir, esta generalización de lo célibe, será en el futuro de un anudamiento de mayor consistencia "aún", pues se ha logrado articular en la lengua como un elemento generalizante por fuera de lo particular.

No esta lejos el tiempo social donde héteros, homos, transexuales, travestismos y hasta autistas asexuados se reúnan en una generalización social indiscriminada, reivindicación de un colectivo cretinizante, en la falsa ilusión de un fuera de toda particularidad y malestar.

Forma retroactiva del discurso, que debe prevenirnos de su demoledor poder al llenar de sentido, en un imperativo moral imposible de convivencia, los futuros malestares que se dibujan en el horizonte de la humanidad.

Barcelona, 28 de abril de 1998.

 
 
 

Comments


​© 2019 Hugo Monteverde. Barcelona

 Diseño web: Pablo Schvarzman

bottom of page