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COVID 19

  • Foto del escritor: Conferencias y textos
    Conferencias y textos
  • 6 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Hugo Monteverde.

Covid 19: Una Nueva Era Pandémica.

Creíamos hasta hace un instante que la revolución industrial había fenecido e ingresábamos en la era tecnológica informática.

Estábamos convencidos que el efecto invernadero era la desertificación de los cultivos, la escasez de agua, la pérdida de los bosques o la crecida del nivel del mar sobre las ciudades costeras.

Pero no, antes de esto y ya mismo tendremos otras novedades, en un par de semanas la realidad da el cachetazo y nos reenvía a la verdadera naturaleza de las cosas. Primero mostrándonos, ya hace mucho tiempo, que lo amable del clima del que hemos disfrutado por milenios llega a su fin, sumergiéndonos en copiosas lluvias, inundaciones, tormentas nunca vistas con reiteración de huracanes en zonas inéditas y ahora, la guinda, el Covid 19.

En cuanto al coronavirus no solo ha llegado para quedarse sino que nos traerá, en un tiempo no muy lejano, a sus nuevos primos hermanos. Dos son las posibilidades, una la menos probable y más rocambolesca que sea un virus modificado de laboratorio, suelto por el error humano o la insidia de una guerra comercial donde China, es visible, sale beneficiada. La otra posibilidad, la más factible, producto del salto viral de la cadena trófica animal a la humana por efecto del cambio climático e igualmente, con el granito de arena de las macrogranjas chinas de cría masiva de animales para el consumo humano.

Y no solo del cambio climático, sino de la presión de lo humano sobre la naturaleza. ¿O es que hoy podemos realmente hablar de animales salvajes?

Más que salvajes, nuestra fauna natural se ha convertido de salvaje a estresada.

Pero sea la hipótesis que sea, la de un virus de laboratorio o el salto de la cadena trófica, ninguna de ambas es buena. Amén que la segunda, al restarnos de recursos, no hace nada improbable que finalmente se complemente con la primera en pocos años.

Hemos ingresado en una nueva era, que no es la de la inteligencia artificial, las redes sociales de comunicación o los nuevos sistemas de automatización de los recursos. La nueva era no es el fin de la revolución industrial frente a la telemática, sino el residuo que la industrialización del siglo XIX y XX ha dejado como secuela en el efecto invernadero con sus pandemias y clima devastador.

Es verdad, sin duda, que el psicoanálisis ha participado en todo esto -o siendo más modestos lo ha acompañado- y es más, ha surgido por este embrión que indujo la ciencia aunada al discurso capitalista; hoy vemos sus frutos en este nuevo corpus que nos lleva al confinamiento. Si el psicoanálisis acompañó al capitalismo en la descomposición de los semblantes que sostenían el antiguo régimen de la represión del goce sexual, hoy esa aparente liberación nos reenvía al confinamiento extremo, nadie puede ya salir de sus casas.

Podríamos decir que en esta nueva era de pandemias reside el éxito del psicoanálisis, el malestar en la cultura preanunciado por Sigmund Freud hoy se presenta en acto en esta nueva era que habitaremos. Y no olvidemos que Lacan nos advirtió siempre contra el éxito mismo del psicoanálisis y que este acierto provocaría el retorno a la era obscura del padre convocado desde la propia religión.

Esto sugiere una pregunta:

en qué medida el capitalismo necesitó, o se sirvió del psicoanálisis para promover este goce de liberación que en verdad conducía a lo peor. Pues esa aparente libertad sexual que irrumpía en el mundo de la mano de la píldora anticonceptiva, era la cortina de humo de la liberación sexual hermanada a la desinhibición despiadada de la industrialización. Por lo tanto falso dilema, el psicoanálisis es un rayo de luz inédito en el conocimiento humano pero síntoma y al mismo tiempo vasallo de la ciencia y el capitalismo. Ambos, capitalismo y psicoanálisis promueven un goce desnudado; el capitalismo de forma salvaje y el psicoanálisis tratando de demudarlo de forma controlada y advertido -conocedor del horror que porta- de lo imposible que lo acompaña y por lo tanto vaciado de la demanda sádica que el superyó le imprime, pero tampoco consiguiéndolo plenamente pues en verdad es un fruto del propio discurso capitalista.


El psicoanálisis es el síntoma de la ciencia en tanto reintroduce al sujeto que la ciencia forcluye.


Pero ¿el discurso capitalista no es al mismo tiempo síntoma del discurso psicoanalítico?


Si el discurso del amo fue lo que desconstruyó el discurso psicoanalítico ¿no es acaso el discurso capitalista lo que desconstruye al psicoanalítico?


Tal vez sea pronto para saberlo, pero lo que si es evidente a nivel de las nuevas demandas de cura es que el discurso capitalista y el sistema de relaciones sociales que engendra hace obstáculo al funcionamiento del dispositivo analítico al estar más presente una lógica perversa de goce mas que la amorosa.

Y es más, el goce demudado de ambos implica la soledad, es un goce desnudo pero solitario. No obstante hay una diferencia esencial, mientras en la aldea psicoanalítica es un goce que tiende a la endogámia para protección de lo salvaje social, el goce que alimenta el discurso capitalista es global, universal y profundamente exogámico.

No solo el discurso capitalista nos lleva la delantera sino que en ese punto el psicoanálisis como discurso no tiene nada que hacer, solo observa, interpreta, pero sus efectos son nulos por fuera de las aldeas endogámicas que implican las escuelas, institutos y sociedades psicoanalíticas. Endogamia entre ellas mismas, el colmo de los colmos de todas las estulticias, estulticia que por estructura conlleva la lógica gregaria del psicoanálisis, pues en verdad la practica analítica es vasalla del funcionamiento del discurso capitalista; es decir de lo que circula en la sociedad que habita.


Puede que en el uno a uno de lo particular de cada cura el psicoanálisis opere y funcione de una manera muy subversiva, pero por fuera de lo individual con sus trasformaciones, la articulación a lo gregario social no haga más que síntoma del capitalismo.

Acaso no se dice que es mas fácil arreglar la situación económica social de un analizante que su propia sexualidad o emocionalidad. ¿No es evidente que el vaciamiento de goce es un rodeo que permite sortear lo imposible de la falta de relación sexual?


Por eso el psicoanálisis tuvo su momento de mayor desarrollo en los albores del capitalismo. Solemos decir que necesita de la democracia para poder tomar presencia, lo cual no es del todo cierto si pensamos que época habitó Sigmund Freud, pero quizás tiene también algo que ver esta afinidad a que exista una confluencia en esta cuestión de la promoción de un goce desnudo donde el discurso capitalista sin duda es más destructivo pero al mismo tiempo más potente al tener menos prevención frente a Tánatos.

Pues mientras el psicoanálisis nos preanuncia, por boca de Freud, de un futuro de malestar en la cultura el capitalismo nos trae hoy en acto la Era del Malestar y las Pandemias.

Podemos decir viendo, nuestra actualidad, que el psicoanálisis es vasallo del capitalismo y como tal no aportará solución alguna al horizonte de problemas que como especie se nos avecinan; pero que al mismo tiempo, el despliegue capitalista de nuestra sociedad certifica la idoneidad predictiva de casi un siglo de la doctrina psicoanalítica.


Fenecen las luces y una lógica medieval se presenta; extraña paradoja de esta modernidad del big data que no parece muy eficaz frente al Covid 19.


Confinamiento en Barcelona, 28 de marzo de 2020.

 
 
 

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